martes, 31 de marzo de 2009

EL ALTO GUADALQUIVIR DE CÓRDOBA AL FINAL DE LA ANTIGÜEDAD Y EN LA ALTA EDAD MEDIA.

Hoy venía hacia Córdoba casi de noche, reventado de todo el día fuera de casa, sin ganas de escuchar ni la radio ni nada, y pensé que nos pasamos media vida en el coche, de acá para allá... También pensé que la mayoría de las modernas carreteras que usamos son, en realidad, caminos prerromanos, consolidados como vías por Roma y usados como tales desde entonces. El que yo uso todos los días es uno, pero quizás el más conocido y mejor constatado en todos sus tramos sea la famosa Vía Augusta, que pasa por Córdoba bordeando el río Guadalquivir entre Villa del Río y la capital, pasando por Montoro, El Carpio, Pedro Abad y Villafranca. 
Y es curioso, porque esta zona está plagada de importantísimos restos de todas las épocas, y la visigoda y la altomedieval son unas de ellas, no por desconocidas -o directamente ignoradas- menos importantes. Gracias a un magnífico tutorial on line de Aníbal de la Torre, desarrollado en su bitácora, me decidí a hacer un mapa de esta comarca, resaltando los restos más importantes que tiene entre los siglos IV y VIII d.C.


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Si vamos de este a oeste, nos encontraríamos con Montoro, nuestra primera parada. Allí tenemos un pie de altar, conservado en el Museo Arqueológico de Córdoba, de un tipo casi idéntico a otro de Baena que se custodia en el Diocesano. Esto indica, necesariamente, que allí había una basílica, aunque ya sabíamos de la antigüedad de la introducción del cristianismo en estas tierras porque Epora mandó un presbítero al Concilio de Elvira (s. IV d.C.). También tenemos dos lápidas funerarias de dos insignes eporenses: Wiliulfus (562 d.C.), un godo que se autodenomina vir inlustris, como lo hacían los miembros de las familias hispanorromanas más ricas y poderosas de la Bética, lo que da idea del elevado grado de asimilación de estos "bárbaros"; y Reccisvinthus (643 d.C.), un diácono, lo que también indica no sólo un alto grado de jerarquización religiosa en Epora, sino la introducción de los godos en todos los órdenes de la sociedad, especialmente en aquellos que estaban asociados al poder, civil o religioso. 

Siguiendo nuestro periplo nos desviaríamos un tanto hacia el sur desde Montoro, al límite del valle del Guadalquivir, para visitar Los Morrones, donde todo parece indicar que hubo una basílica, tal vez construida en el siglo VII d.C., a juzgar por los monumentales restos que allí aparecieron y que conservan en el Museo de Jaén. 

Volviendo al río tras nuestra incursión "en el interior", nos encontraríamos con Algallarín, donde apareció un freno de caballo fechado en el siglo V d.C. 

Más interesante se muestran los restos de Alcurrucén, la antigua Sacili Martialis, ciudad olvidada que se encuentra en un cortijo dedicado a reses bravas y donde apareció un magnífico cancel, posiblemente del siglo V d.C., que está en los almacenes del Arqueológico de Córdoba. Este tipo de piezas se asocian, con frecuencia, a basílicas, aunque no siempre. Lo cierto es que se trata de una pieza única y magnífica que apenas deja entrever la riqueza escondida de este yacimiento olvidado. 

Finalmente, nos encontraríamos con Villafranca, cuya Alta Edad Media está vinculada, indefectiblemente, a la historia (casi novelesca) de Oppila, un noble visigodo, rico terrateniente, que marcha a la guerra que, en el 642, inicia el rey Chindasvinto contra los Vascos. Acude con un ejército de sirvientes y un cargamento de armas (flechas, en concreto). El día 12 de septiembre, esta columna sufre una escaramuza de los vascos y Oppila muere. Pero sus sirvientes logran rescatar el cuerpo (o lo que queda, porque realmente el texto de la inscripción dice membra) para poder enterrarlo en sus posesiones, lo que hacen el día 10 de octubre. Este magnífico documento no sólo nos viene a informar de una historia privada y puntual, sino que nos trasmite datos de cómo era el ejército visigodo, el armamento que llevaba, cómo se nutría de efectivos... en una época que se considera, ya, como el inicio del feudalismo, con grandes terrateniente, soldados-siervos, ejércitos itinerantes... 

Oppila, Reccisvinthus, Wiliulfus... son nombres godos que tienen una especial relevancia en esta zona, lo que ha dado que pensar que estamos ante un lugar de asentamiento de este tipo de población, en contraposición, por ejemplo, a las Subbéticas, donde la mayoría de la onomástica es hispanorromana. 

En fin, otro camino, jalonado de restos de una época olvidada, como las ciudades que la bordeaban, hoy convertidos en yacimientos... yacimientos olvidados. 

Este post se lo dedico a mi amigo Rafa, compañero de fatigas arqueológicas -y otras no tan divertidas-, que todos los días (hasta dos veces algunos de ellos) recorre esta antigua vía romana para ir a trabajar. Espero pronto dedicarle otro sobre Córdoba, tardía y goda, señal de que ya ha dejado el odiado coche y ha logrado uno de nuestros sueños comunes: ir caminando a trabajar. Un abrazo. 

1 comentario:

Rafael Jiménez dijo...

Perdón por mi tardanza en contestar a este post, pero ya sabes como son los finales de trimestre y estoy levantando cabeza ahora.

Por otra parte me ha vuelto a la memoria aquella extraña construcción que visitamos en plena sierra de Montoro. Sobre todo por las columnas.

En fin, tenemos pendiente la visita a Los Conventos en esta zona. Y también, muy cerca, una (posible) sorpresa arqueológica.

Muy interesante e instructivo tu post, como es habitual. Y gracias por la dedicatoria.

Un abrazo, amigo.