Hoy, si soy sincero, me he llevado una de las mayores (y positivas) sorpresas de mi vida como arqueólogo. En un extenso y bien argumentado artículo de Jesús Gómez Medina, ex-concejal de Cultura de Cabra, se hace una profunda reflexión sobre los bienes patrimoniales, a socaire de la grave situación de grietas y corrimientos de tierra que sufre el histórico barrio egabrense de La Villa, que amenaza no sólo con hundir casas, sino con acabar con gran parte del patrimonio histórico y arqueológico más emblemático de esta ciudad. En dicho artículo, se menciona una conferencia que impartí en el Centro Filarmónico de Cabra, donde expuse una serie de datos arqueológicos e hipótesis de trabajo sobre la entidad de los restos ubicados en el subsuelo de La Villa. Para mi sorpresa, y mi agradecimiento, esta conferencia se menciona como un referente a tener en cuenta en futuras actuaciones. Sinceramente, no sé que decir. Sólo se me ocurre, en agradecimiento y homenaje a Jesús Gómez y a todos aquellos amigos egabrenses que me obsequiaron con su hospitalidad, incidir un tanto en la cuestión, tal vez una de las más trascendentales a nivel arqueológico, patrimonial y socio-económico de la provincia, y tal vez de Andalucía. Lo que voy a contar se expuso en parte en la conferencia que impartí en el Centro Filarmónico; algunas otras cosas, un tanto más específicas, más de Arqueología, las mencioné en las conferencias que pude impartir en un congreso organizado por la Univ. de Postdam (Berlín) y Carlos III (Madrid) en Segovia y en otro congreso organizado por la Universidad de Heidelberg, Göttingen y el Instituto Arqueológico Alemán en la ciudad de Heidelberg. Ambas conferencias saldrán pronto publicadas. Y aunque la primera se publicará en inglés en la Universidad de Cambridge, espero poder publicar un resumen en español en este blog. En todas ellas, especialistas allí reunidos coincidieron, básicamente, en el análisis que hice, y que expongo a continuación.
El barrio de la Villa es una meseta extremadamente ataluada y rodeada en tres de sus cuatro lados por profundos desniveles. Su acceso sólo se puede hacer, sin impedimentos importantes, por la parte este. En esta meseta se asentó la antigua Igabrum, en un sistema bien conocido de implantación de ciudades ibéricas, similar al caso de Montoro, la antigua Ipsca (Cortijo de Ízcar, Baena), Iponuba (Cerro del Minguillar), y tantas otras. Ello ciñe la ocupación ibérica, romana y tardoantigua a dicha meseta. Sólo la ampliación islámica de la ciudad ocupará el cerro colindante. Lo que extraña, pues, de esta situación es que, si observamos una fotografía aérea de la parte que nos interesa de la ciudad, el resultado es extraordinariamente singular: todo el barrio de la Villa, es decir, la antigua Igabrum, que luego pasó a llamarse Egabrum al final del Imperio, se encuentra articulada en calles de trazado ortogonal y líneas de división de parcelas catastrales que concuerdan, asimismo, con este trazado. Eso, para explicarlo simplemente, no se debe a una casualidad, y tan sólo hay dos posibilidades: a) que haya existido una fuerte planificación urbana en la Edad Moderna, que haya arrasado la fase islámica y edificado sobre ella un entramado urbano ortogonal; o b) que por alguna razón que todavía debe investigarse, el parcelario romano se ha conservado y la distribución de calles y parcelas catastrales es la misma que en época romana. Consultados los especialistas egabrenses en historia local, la opción A parece descartada. Y si no hay una gran reforma y/o intervención en época Moderna, sólo queda considerar la posibilidad de que la ciudad romana, prácticamente en su totalidad, haya conservado su estructura durante siglos, transmitiéndose las propiedades tal cual y conservando los espacios públicos, como calles y plazas.
A algunos les parecerá esto una barbaridad, o una temeridad, pero si analizamos las investigaciones realizadas por franceses, italianos y alemanes sobre la fosilización de elementos de las ciudades romanas en nuestras ciudades actuales, a más de uno se le cambiaría la cara.
En Roma, por ejemplo, varios teatros romanos son ahora manzanas de viviendas y el estadio de Domiciano es la magnífica Piazza Navona. Años de investigación han demostrado en Écija que la ciudad apenas si ha cambiado su trazado en algunos puntos, siendo aún hoy su Plaza de la Constitución (llamada cariñosamente por los ecijanos El Salón) es, en realidad, el foro de la vieja colonia Astigi.
Otro ejemplo son los anfiteatros. En ciudades de Francia o Italia se puede ver cómo estos edificios se han "fosilizado": sus entradas y áreas para los espectáculos son calles y sus graderíos son casas. Aquí debajo un ejemplo de anfiteatros en este sentido.
En el caso de Córdoba, pude investigar la posible ubicación de uno de estos edificios, analizando la historia urbana de la zona de la Espartería. Las conclusiones se pueden ver AQUÍ.
La cuestión es que se trata de una metodología consagrada, que por lo menos permite establecer una serie de precauciones a la hora de intervenir en una determinada área urbana. El grado de conservación de los edificios sólo lo puede decir la excavación arqueológica. Pero no es difícil intuir zonas privadas (junto a las pistas deportivas del barrio) y áreas públicas (iglesia y alrededores). Item más, si pensamos que la Egabrum visigoda fue sede de obispado y capital de condado, entonces es obligado pensar que debió contar necesariamente con un episcopium y un palatium, respectivamente.
Si volvemos a la Cabra actual, la situación para la investigación es óptima, puesto que al menos un tercio de la ciudad se encuentra "ocupada" por huertos, es decir, no implican un proceso previo de destrucción de viviendas... ni tan siquiera un proceso de excavación complejo, puesto que desde que se tiene memoria son huertos, eliminándose los problemas que conlleva toda excavación en las ciudades superpuestas. Si a todo ello unimos la urgencia de la situación actual, resulta que la necesidad se puede tornar en virtud, y convertir un desastre en una oportunidad cultural, social y económica. ¿Cómo? a través de la investigación aplicada, la difusión y la musealización de los hallazgos. Debe entenderse que el Patrimonio, ya sea Histórico o Arqueológico es un bien público que debe preservarse y cuyo fomento debe repercutir en la ciudadanía, como un deber moral frente a nuestros sucesores y como un deber económico frente a nuestros contemporáneos. Y esto no es una frase hecha. Seamos claros: ninguna empresa de alta tecnología japonesa va a instalarse en nuestras ciudades; las subvenciones agrarias tienen un límite por todos conocido; nuestro producto estrella, el aceite, no es un bien de primera necesidad, ya que todo lo que se hace con él se pude hacer con otra cosa; la Arqueología es de los pocos sectores que puede asumir gran parte de unos parados procedentes de la construcción que, de otra manera, sería imposible recolocar haciendo pisos que no se venden, yendo más allá de arreglar alguna calle o tapar una zanja...
Por tanto, debemos buscar una economía basada en el conocimiento y que repercuta en la potenciación de nuestros recursos. Uno de esos recursos es, sin duda, el Patrimonio, un Patrimonio único que debe tener inversiones para que produzca rentabilidades económicas. Y, señores, nadie va de visita a los sitios a ver gente; nadie viene a Córdoba de turismo a ver a los cordobeses; vienen a ver nuestros monumentos, nuestras costumbres (como los Patios), etc.
En conclusión, es el momento de SABER que nuestro Patrimonio Arqueológico no es un lastre, sino una oportunidad; así se podrá PREVER medios para un cambio de ciclo económico y futuras contingencias; y, finalmente, se podrá PROVEER a nuestros municipios de recursos económicos propios, sostenibles y prolongados en el tiempo, como yacimientos, museos, recorridos naturales y gastronómicos, etc., que con el tiempo puedan reportar un auténtico cambio hacia una economía sostenible.
Durante demasiado tiempo la actividad arqueológica ha ido de la mano de la especulación urbanística. En Córdoba lo sabemos bien y todos los días nos lo recuerdan amargamente. Durante demasiado tiempo los únicos recursos fiables de los ayuntamientos han sido la compra-venta y revalorización de terrenos. Ese momento pasó. Y así, creo, se puede traducir de las palabras de Jesús Gómez.
Gracias de nuevo por todo a Jesús y estoy seguro que Cabra, tarde o temprano y de la mano de su increíble Patrimonio Histórico, Arqueológico y Cultural, será el referente de ese cambio tan ansiado como necesario hacia una economía del conocimiento que sirva al hombre y a las comunidades en las que vive.
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