Tras un verano recorriendo yacimientos, dos congresos internacionales, la preparación de varios artículos y el comienzo del curso, actualizo el blog (por fin), que ya tenía telarañas (como dice mi buen amigo Rafa) con una entrada que espero no caiga en saco roto.
A nadie se le escapa que la actual crisis que nos azota se está cebando con aquellos trabajadores que menos formación tienen, como jornaleros y peones de la construcción, donde las tasas de paro han crecido exponencialmente hasta cotas muy, pero que muy preocupantes. Y no resulta tan sencillo recolocar en el mercado laboral a personas sin prácticamente ninguna formación específica que, hasta ahora, tenían un trabajo más o menos constante en la construcción, y que tendrán que volver (con suerte) a la temporalidad del trabajo agrícola. La misma construcción que de la que ha ido dependiendo la Arqueología, vinculada a los proyectos de edificación y de urbanización de amplias parcelas edificables de nuestras ciudades.
Este triángulo de intereses (constructores, obreros no cualificados y arqueólogos) ha chocado en no pocas ocasiones y ha tenido numerosos problemas ante el boom inmobiliario español: sueldos bajos para los obreros y arqueólogos, presiones de los constructores para eliminar los restos arqueológicos, arqueólogos poco escrupulosos y fácilmente persuadidos de la "poca importancia" de unos restos de cuya eliminación dependía que continuaran trabajando en otras obras... Y en medio de este "triángulo amoroso", una administración que no se ha caracterizado precisamente por su interés por la Arqueología ni por el Patrimonio, salvo de forma absolutamente arbitraria, puntual y coyuntural. Semejante panorama, del que no relataré aquí pasajes sórdidos (que los hay, y muchos) por no venir al caso, se ha desmoronado recientemente ante la crisis de la construcción, íntimamente relacionada con el precio de las cosas (sobre todo de las viviendas) y la falta de crédito. No se venden casas, luego no hay promociones, luego no hay Arqueología, luego no hay trabajo, luego... crisis, crisis y crisis sobre crisis, en una fatal espiral regresiva que cada vez va a peor. A algunos esto les parecerá bien, porque por lo menos no se destruyen yacimientos arqueológicos. Pero la inacción nunca suele ser ningún remedio.
Ante estos hechos, nuestros gobernantes, en un ataque de keynesianismo espasmódico, sólo sacado a pasear cuando las migajas de los de arriba no llegan a los de abajo, han propuesto como receta la inversión pública, especialmente en infraestructuras, que suelen ser mucho más destructivas con el patrimonio que la obra civil privada para fines residenciales por la sencilla razón de que con el velo del "bien público" se tapan aberrantes saqueos contra los yacimientos arqueológicos, que también son un bien, y público.
Por todo ello, sería conveniente que nuestros políticos se metieran en la cabeza que, ya que van a meter dinero público para generar actividad, uno de los campos que mejor puede beneficiar a trabajadores y empresas es el mundo de la Arqueología y la Rehabilitación de monumentos. Con ello se daría trabajo a aquellas personas que tienen muy difícil trabajar en algo que no sea una obra, dándoles de paso una formación específica en un sector que conocen muy bien. Redundaría en beneficio de las empresas, sobre todo las pequeñas-medianas, cuya capacidad de "pescar" una obra pública para infraestructuras en tiempos revueltos es la misma que ganar jugando al euromillón. Y, finalmente, se crearía, para tiempos más prósperos, una importante red de infraestructuras turísticas y culturales que atrajeran dinero e inversiones relacionadas con el sector terciario en general y el turismo en particular, uno de los pocos activos que le van quedando a nuestras maltratadas comarcar rurales. Porque algunos no se acaban de enterar de que la gente va donde hay cosas que ver, atractivas, novedosas, cuidadas, relacionadas con la cultura... por mucho que duela, señores, nadie va de turismo a ver cómo lo tratan en tal o cual localidad. Si no hay oferta, y no se crea una demanda, ya me dirán cómo quieren generar actividad de calidad, económicamente rentable, a corto o medio plazo.
Por consiguiente, es necesario presionar a nuestros políticos en este sentido, y que se den cuenta de que la Arqueología, los Museos, el Patrimonio Monumental y lo que ahora se llama Paisaje Cultural es un filón sin explotar del que se pueden crear auténticos circuitos culturales, educativos y de ocio que deben contar con una inversión pública que desencadene las inercias económicas locales. Lugares como Almedinilla o Priego son la (cercana) prueba del 9 de esto que venimos diciendo, no sólo yo, mucha gente relacionada con la educación, la cultura y el turismo. Pero conociendo a algunos que nos gobiernan, imagino que pasará lo de siempre: la cultura y la investigación serán lo último dentro de lo último, manteniéndose inercias que en nada redundarán en beneficio público.
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